domingo, 10 de abril de 2011

Los medios de comunicación son a la sociedad, lo que los ojos al cuerpo humano

Si me preguntasen cuál ha sido el término más mencionada durante estos últimos años, éste sería: “crisis”. El vocablo comodín, que está sirviendo de escusa a cientos. Sin recordar que si algo ha caracterizado al ser humano, o incluso a la vida en sociedad, es la inestabilidad.
Lancemos la vista atrás. Año 2008, los medios de comunicación informan que el mundo entero, incluyendo el olvidado 3º mundo, está sumido en una “crisis económica”. Muchos nos preguntamos, ¿crisis económica no ha habido siempre? Desde los inicios ha existido un desequilibrio en el reparto de riquezas. “No todos podemos tener lo mismo”, me decían de pequeña. Pues déjenme decir que en el utópico mundo de muchos sí es posible. Es por ello que a lo que los medios definieron  “crisis económica”, otros muchos catalogan “crisis de valores”. La gente ya no cree en lo preestablecido, busca sus propios métodos de legitimación, sus ideales… ¿Esto quiere decir que nos hallamos ante la ruptura del status quo? A los ojos de Durkheim así sería. La sociedad no funciona como ese idealizado organismo en el que cada uno desempeña felizmente su función, respetando y valorando el papel de los demás. En esta sociedad cada órgano vela por su interés: el pié derecho y el izquierdo marchan en direcciones opuestas; la cabeza pretende moverse sin tener en cuenta a los pies… ¿y quién tiene la culpa de esto? Continuando con la metáfora, “los ojos”. Ellos son los encargados de transmitir los mensajes y cohesionar al organismo. Sin embargo, ahí están jugando un falso papel mediador, incentivando el desequilibrio y mostrando una imagen distorsionada pero sugerente de la sociedad. Todo lo que ellos nos dicen es la realidad, el resto no existe. Por esa regla de tres, la revolución silenciosa de Islandia nunca se ha dado. Rompería el orden establecido y nadie quiere eso.
Eso sí, se nos bombardea a información banal sobre productos, servicios, partidos políticos y demás; todo ello gracias a un elemento que no escapa a ninguno de los “órganos que componen el sistema” y desde el cual se podría promover algo de estabilidad, la publicidad: reafirmante de estereotipos, estilos de vida, motor del consumismo y demás.  Y es el término “consumismo” el que nos devuelve al comienzo de estas líneas, donde a través de Durkheim afirmábamos que el problema no reside en lo material sino en lo moral. Desde este punto, cabría preguntarse si resulta moral fomentar al consumo excesivo mientras en otros lugares no se llega, ni de lejos, al consumo básico. ¿Qué opinan ustedes?

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